Santiago. Aceite 8

Arquitectura moderna. Dimensión grande. Cuidadores: José Antonio Espinosa y Carmen Lopera. Participó en el concurso en 2022 por 22ª vez desde 1999. Máximo premio: 2º en 2022

A lunes, 30 de enero del 2023, por A. P.

Aceite 8 es la gran obra de José Antonio Espinosa, “sin necesidad de arquitecto o decorador”, como él mismo dice. Este profesional de la construcción, “albañil desde los 15 años”, como él mismo apunta, no pensó en un primer momento, cuando a mediados de la pasada década de los 80 adquirió lo que fue una antigua casa de vecinos de 600 metros cuadrados muy castigada por el tiempo, que la transformaría en un lugar de película que, salvando las distancias temporales, podría haber sido elegida por Billy Wilder para el lucimiento de Gloria Swanson y William Holden en ‘El Crepúsculo de los Dioses’. Muchos de los planos de ese largometraje se podrían haber filmado en uno de los tres patios con los que cuenta la casa, el más asalvajado, el que más ha sentido la mano reformadora de José Antonio.”Le he querido dar un estilo parecido al de aquellos ancestrales patios romanos”, apunta. A ese patio, el más interior de la casa, lo denominan “el del jardín o de la piscina”, para diferenciarlo de los otros dos, “a los que llamamos de los chinos y de las orzas”, añade.

Aceite 8 / Foto: Chencho Martínez

Cuando adquirió la casa, esa parte ahora ajardinada estaba llena de habitaciones con techos de uralita en las que se repartían decenas de familias. José Antonio invirtió unos seis años de “trabajo a tope” en su reforma antes de mudarse a vivir a ella con su mujer, Carmen Lopera, y el hijo de ambos, Samuel. “Nos establecimos definitivamente en esta casa el 1 de mayo de 1991”, puntualiza Carmen. Hasta ese momento, muchos fueron los días en los que la familia puso rumbo a Aceite, 8 desde su piso de Agustín Moreno 17, al grito de “vámonos al campo”, con una canasta de comida, refrescos, unas cervecitas frescas y hasta una televisión portátil, para completar jornadas en las que, mientras Samuel jugaba libre en el recinto, sus padres plantaban árboles o José Antonio llevaba a cabo labores propias de su profesión. “Desde entonces, no hemos parado de realizar reformas y mejoras en la casa”, indica. “La alberca la transformamos en piscina dotándola de un aljibe romano, luego construimos el porche, la bodega, el dúplex y hasta un apartamento; eso sí, respetamos los dos patios principales de la casa, el de los chinos y el de las orzas”, resalta José Antonio.

Esos dos patios se conservan clásicos y tradicionales. El primero –el de entrada-, que debe su nombre a su suelo de enchinado cordobés sobre el que se levantan un par de cipreses, tiene las paredes de ladrillo viejo, una fuente rodeada de plantas y macetas colgadas en las que predominan las margaritas, geranios, gitanillas y cintas. El segundo, bautizado por su ornamentación, cuenta con un pilón que es residencia de peces, con otro ciprés y con el mismo tipo de vegetación que el anterior. El del jardín, por el contrario, rompe todos los esquemas del patio clásico y roza la anarquía vegetativa y arquitectónica con la sutil belleza color esperanza que le ha proporcionado la mano de José Antonio. Y es, precisamente eso lo que le proporciona esa sensación de escenario al estilo Sunset Boulevard en el que destacan elementos decorativos como unos angelitos de resina coronando una fuente, una cruz acrisolada modelo corpus christi, una bala pétrea de una catapulta o un impresionante mascarón de mármol formando parte de la piscina. Todo ello, entre un mar de arboleda. “Precisamente, mi hijo se queja de que, con tanta vegetación, no tiene donde colgar la toalla ni donde tenderse cuando viene con sus amigos a vivir una jornada de piscina; yo siempre le digo que yo tengo una casa con patio y no un chalet con césped”, cuenta sonriendo. “Tengo lo que quería; con mejoras basadas en innovar prácticamente día a día, ahora quito esto de aquí y lo coloco allí, he conseguido, con mucho trabajo, un diseño de un patio ajardinado en el que predomina el verde”, añade.

Aceite 8 / Foto: Chencho Martínez

En el gran vergel de los Espinosa Lopera crecen, entre otros ejemplares únicos, una alta palmera, una datura stramonium, setos, hiedras, buganvillas, algún que otro naranjo, una araucaria, jazmines, una jacaranda o “un arce que echa unas ramas que alcanzan los siete metros”, explica José Antonio. Él mismo poda el arce,  la palmera o  cualquier otro árbol que ose crecer indiscriminadamente. “No quiero árboles desmadrados de altura, no quiero tener otra experiencia desagradable”, indica refiriéndose a un suceso protagonizado por uno de sus cipreses, cuyas ramas se veían desde el Arenal y al que el viento se las partió destrozando tejados de la casa en su caída.

Aceite 8 / Foto: Chencho Martínez

Esa buena mano con la vegetación la ha heredado de su madre, de los tiempos en los que habitaba con sus padres en una casa con patio, en el número 5 de la calle Ronquillo Briceño. “A mi madre le encantaban las plantas, tenía toda la terraza llena de flores”, apunta. “No obstante, en jardinería nunca se acaba conociendo todo, siempre hay algo nuevo que aprender de los errores; por ejemplo, compras un pacífico y se te acaba marchitando porque lo colocas en un lugar que no es el idóneo o lo riegas en exceso cuando necesita poca agua”, resalta quien está convencido de que parte del secreto del éxito de haber conseguido ese jardín de película lo tiene el pozo -casi centenario tras su reforma- con el que da de beber a las plantas. “Es el gran tesoro del patio, el que le da la vida, una vida que además se huele”, recalca. “El aroma que destila el patio es impresionante –asegura Carmen-, aquí, entre la dama de noche, el jazmín, el jazmín de Madagascar y la datura, cuando hay floración se crea un aroma que no está pagado con nada y que llega hasta la calle Santiago”.

Esos riegos y otras tareas de mantenimiento le absorben muchas horas, tantas que José Antonio no tiene tiempo “ni para pintar las macetas; el primer año que presenté el patio al concurso municipal estaban coloreadas de amarillo, me dijeron que las tiñera de azul, pero llegó un momento en el que no me podía dedicar a pintar más de 200 macetas, por lo que las dejo como vienen, en color barro”, resalta. En la mayoría de las ediciones a las que ha concurrido, lo ha hecho con los dos primeros patios, el de chinos y el de las orzas, desde cuyos tejados unas gárgolas divisan ese otro singular patio cordobés asalvajado que a Billy Wilder no le hubiera importado convertir en la localización perfecta para filmar la versión en color de ‘El Crepúsculo de los Dioses’.