Santa Marina. Tafures 2

Arquitectura moderna. Dimensión pequeña. Cuidadora: Francisca Serrano. Participó en 2022 por 12 vez en el concurso desde 1998. Máximo premio: 1º en 2012 y 2013

A jueves, 19 de enero del 2023, por A. P.

Junto a uno de los costados de la iglesia de Santa Marina, una ventana se abre en mayo en el número 2 de la calle Tafures, como si fuera una pantalla de cine, para mostrar un patio que es el paradigma perfecto de que lo pequeño es hermoso. Ese menudo recinto, como toda la casa, amontona en apenas unos 35 metros cuadrados elementos que son algo así como trozos de la vida de Francisca Serrano, retales de sus recuerdos. En fechas navideñas, por ejemplo, tras el fundido en negro amarronado de la puerta de esa ventana cerrada se puede admirar el belén que Francis –como familiarmente se la conoce- monta año tras año con piezas que incluso han elaborado sus hijos –Rafael, Francisco y Lucía– y que “está ambientado en Marruecos. Me he inspirado en mi pueblo de Chauen; las casitas hechas por mis hijos forman calles parecidas a esas medinas que conocí, en las que hay mucha bulla”, relata. Francis nació en el municipio marroquí de Alhucema, donde se habían trasladado a vivir sus padres –los cordobeses Rafael Serrano y Pepita Estremera- y permaneció en ese país hasta los 17 años junto a Rafael y Pepita, y a sus dos hermanos. “Vivimos, además de en Chauen, en Tetuán”, cuenta.

Tafures 2 / Foto: CHENCHO MARTÍNEZ

Ese inmenso belén también incluye escenas, como la de la matanza de cerdos, que la trasladan al pasado de su familia, a la casa de Carcabuey de su padre. Francis mantiene en Tafures 2 esos recuerdos familiares de reuniones matanceras simbolizados en verdaderas piezas rurales de museo con forma de artesas, hornillos, viejas canastas donde se guardaba la aceituna, muebles, aperos de labranza, mesas tocineras o celemines. Iconos artesanos que conviven con otras piezas arquitectónicas que tiene repartidas por ese pequeño patio, que es la antesala de la vivienda en la que reside junto a su marido –Rafael Acedo– e hijos desde que, a principios de la pasada década de los 80, la construyeran sobre los restos de lo que fueron tres viejas casas de vecinos.

En mayo, las rejas de esa ventana a modo de pantalla de cinemascope vertical destellan repletas de macetas de geranios y gitanillas, tras las que se puede contemplar “este patio, el que presentamos al concurso municipal -ya que dentro de la casa tenemos otro mucho más grande-, que está concebido como una habitación”. Este recinto, de suelo de chino cordobés y fuente mozárabe construida en 2003 por los prestigiosos marmolistas Hermanos Roldán, está adornado por platos de cerámica, una gran campana, columnas, basas y capiteles “aproximadamente de 1800, que pertenecían a una casa de la zona de las Antas, en la sierra de Córdoba; uno de los tesoros que tenemos de allí es un busto del escultor cordobés Mateo Inurria, que le dedicó a su padrino, el también cordobés Antonio Barroso y Castillo”, quien fuera ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, Gracia y Justicia y de la Gobernación durante el reinado de Alfonso XIII. “Además, he querido darle al patio el aspecto que tenían este tipo de recintos en aquellas casas antiguas cordobesas colocando persianas de esparto”, añade. Consciente de que es un lugar vegetativo de claroscuros al contar muy pocas veces con el sol como invitado aliado, Francis ha convertido su minúsculo vergel en un reino de plantas de sombra, en el que crecen el anthurium o el espatifilium, acompañados de galateas, cintas, calas, glicinias, azaleas, jazmines o buganvillas. No es extraño encontrarse en ese lugar, aportando cierta belleza abstracta, algún que otro tiesto algo destrozado en el que ha sembrado algún que otro vegetal.

Tafures 2 / Foto: CHENCHO MARTÍNEZ

“Como en el patio, me gusta mezclar en toda la casa elementos antiguos con otros más modernos, que integro para evitar que se vea algo rancia; esa mezcla, algo rara a veces, le da frescura a la casa”, puntualiza. Prueba de ello es una de las estancias del inmueble en la que destaca una chimenea clásica tocinera “de esas en la que se ahumaban los chorizos y las morcillas”; y, también, el gran patio interior, “que además me sirve de vivero”, en él “hemos tenido hasta gallinas”, y en el que cohabitan en un ambiente muy rural especies vegetales como naranjos, caquis, una parra, olivos o nísperos con esos artilugios matanceros, muebles y sillas de eneas, que retrotraen el recinto a la época de la casa de Carcabuey en la que creció su padre. “De mi padre aprendí a ser artesana con las cosas; además, me crió muy en las tradiciones, y eso es algo que mi marido y yo, que somos profesores, le hemos transmitido a mis hijos, desde muy chiquititos les hemos enseñado a disfrutar de esas cosas. Por ejemplo, hemos mantenido el ritual de hacer pestiños en familia por el puente de la Constitución todos juntos en torno a una mesa, algo a lo que nos ayuda mi tía Felisa; mi hija, que está fuera estudiando psicología y criminología tras acabar diseño, es puntual a esa cita”, resalta.

Tafures 2 / Foto: CHENCHO MARTÍNEZ

Esa concepción de vida tradicional mezclada con modernidad impregna la casa y, por ende, sus patios. “La casa no tiene lujos y es muy tradicional, pero a la vez muy moderna, como mi hija Lucía, que además es muy artista, porque todos mis hijos son muy artistas, y eso se nota también en la casa”, insiste, para añadir que “mi hijo Rafael, sin ir más lejos, que es veterinario, me regala todos los años por Reyes una historia para el belén hecha por él; y mi hijo Francisco es, además de profesor, músico percusionista y hasta aventurero. Es buceador y está dando la vuelta al mundo en viaje submarino con el proyecto Testigos del deshielo”.

Esa mano de artista de Lucía de la que habla Francis también se ha notado a la hora de preparar su reducido jardín para el concurso municipal, un certamen en el que este recinto ha obtenido, entre otros reconocimientos, primeros premios, en 2012 y 2013; un accésit, en 2002; el premio al aprovechamiento de los elementos, en 1992; y a la mejor iluminación natural, en 1999 y 2000. Testigos del por qué de esos galardones han sido quienes lo han visitado o simplemente se han asomado por esa ventana que, junto a uno de los costados de la iglesia de Santa Marina, se abre en mayo en el número 2 de la calle Tafures, como si fuera una pantalla de cine, para mostrar un patio que es el paradigma perfecto de que lo pequeño es hermoso.