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San Lorenzo. Escañuela 3 - Alma de Patios

San Lorenzo. Escañuela 3

Arquitectura antigua. Dimensión grande. Cuidadores: Asociación de Amigos de los Niños Saharauis. Participó en el concurso en 2022 por 41 vez desde 1981. Máximo premio: 3º en 2010

A domingo, 29 de enero del 2023, por A. P.

El patio de Escañuela 3 podría llamarse el Patio de la Solidaridad. La antigua casa de vecinos de la que forma parte es la sede de la Asociación Cordobesa de Amistad con los Niños Saharauis (Acansa), y desde ella se gestionan, prácticamente durante todo el año, las campañas de ayuda humanitaria con las que el colectivo pretende mejorar la calidad de vida de quienes están condenados a vivir en los campamentos de refugiados. “Somos una organización no gubernamental de carácter no lucrativo, independiente, democrática y pluralista, constituida en 1994, formada por mujeres y hombres sin límites de edad, opinión política o religiosa, que nos sentimos sensibilizados con la causa del Pueblo Saharaui y su larga lucha por la independencia y autodeterminación de su territorio: el Sahara Occidental”, explica quien fuera durante muchos años el presidente de dicha asociación, Arturo Falcón, quien apunta que dos de esas campañas son ‘Caravana por la paz’ y ‘Vacaciones en paz’. “No paramos en todo el año. Recogemos alimentos y material, deportivo y sanitario, por ejemplo, que enviamos a los campamentos, y traemos niños que acogen nuestras familias; hemos llegado a traer hasta 150 un verano”, detalla.

Escañuela 3 / Foto: CHENCHO MARTÍNEZ

Muchos son los saharauis que circulan anualmente por ese patio de grandes dimensiones –acostumbrado hace décadas a hacer las veces del de una casa de paso, dado que daba a dos calles- con pasillo en forma de L, y escenario para actuaciones y otro tipo de celebraciones, además de suelo de losas de barro y puertas y ventanas pintadas de color verde oscuro, “con lo que se resalta así aún más el blanco de las paredes y el rojo de las macetas”,explica Mariana Grande, la voluntaria encargada durante muchos años de la flora del recinto, labor en la que siempre ha sido ayudada por otros voluntarios. “Hay días en los que invertimos hasta tres horas de riego, por lo que lo solemos hacer en turnos de dos personas de hora y media cada uno”, sentencia.

Otros elementos arquitectónicos singulares que ha introducido el colectivo en el patio son una fuente de estilo modernista -compuesta por azulejos, ladrillos y piedras, y adosada a la pared- y el brocal de medio pozo ficticio, con motivos antiguos, que adorna ese escenario en el que año tras año se monta una ya clásica y muy concurrida cruz de mayo con la que se recaudan fondos para la asociación. Y encima de la fuente, como presidiendo el patio, un mosaico de la Virgen de las Angustias con dos farolillos flanqueándolo y con tejadillo. “Tanto la fuente como el mosaico fueron ideas que propuso el constructor”, detalla Arturo.

A Mariana le gusta adornar floralmente, “sobre todo, con mucho verde”, un recinto por el que tiene repartidas casi un millar de macetas y que es lugar habitual de “convivencia, reuniones, charlas y fiestas”, apunta. A ese colorido de tonos esperanza contribuyen un níspero, un naranjo y, en mayor medida, una parra trepadora “preciosa” que se agarra con fuerza a las paredes. “No faltan los helechos, las pilistras típicas cordobesas, los pacíficos y hasta una esparraguera que nos llena todo el patio de espárragos”, señala la cuidadora, quien se lamenta de algún que otro contratiempo de esos que a veces sufren hasta los mejores jardineros. “Con la celinda, por ejemplo, no he tenido suerte, se ve que no le gustará donde la hemos ubicado, ya que hace seis o siete años que la tenemos y no me echa ninguna flor”, comenta, para añadir que “las plantas tienen que estar en un lugar en el que se sientan bien. Tenemos dos buganvillas, una de ellas, la roja, que es uno de nuestros mayores tesoros, parece que se nos va a caer de lo cargada que está; en cambio, a la otra parece, por lo poco que responde, que no le hace gracia el espacio que ocupa”, apostilla como ejemplo.

Escañuela 3 / Foto: CHENCHO MARTÍNEZ

Mariana insiste en que el trabajo en el patio es muy laborioso. “Yo estoy aquí porque mi pasión son las plantas y por amor al pueblo saharaui. A últimos de septiembre solemos empezar a limpiar y a preparar las macetas para el invierno; luego, tratamos la tierra, y a primeros de febrero le damos ya el empujón más grande y lo pintamos para llegar con él vistoso y a tiempo a la época de cruces”, detalla antes de insistir en que “también hemos introducido plantas raras”. “De hecho, fuimos el primer patio en presentar la flor de la gamba, especie que ahora tienen en otros muchos patios”, añade Arturo, quien también es dado a bautizar a alguno de los ejemplares de los que hay repartidos por el recinto. “A esa, por ejemplo, la llamamos, por la forma, el cipote de don Mendo o el Dinio”, cuenta entre risas, mientras señala a una especie de cactus. “Obviamente, no pueden faltar en un patio cordobés, como es este, geranios y gitanillas, pero también hay camelias y una planta de Brasil, de cuyo nombre no me acuerdo, que echa muchas flores de distintos colores que sólo duran un día”, añade la cuidadora.

Entre esas plantas raras destaca, asimismo, “otra que me regaló una cuñada mía, brasileña, que es un helecho con un brillo muy especial. Fuimos con los niños al Palacio de Viana y tienen una igual entre algodones, ya que es muy rara, muy difícil de transplantar y de cuidar”, relata Mariana, quien explica que otra de sus flores especiales, una azucena, recibió un premio del jardín botánico, uno de los múltiples reconocimientos con los que cuenta el recinto. En el concurso municipal, por ejemplo, Escañuela 3 ha cosechado un tercer premio –en 2010-, once accésits -en 1991, 1992, 1993, 1994, 1995, 1996, 1999, 2006, 2007 y 2011-, cuatro menciones especiales -en 1986, 2001, 2005 y 2012- y un galardón al esfuerzo vecinal –en 1990-. Toda esa vegetación contribuye a hacer aún más acogedora a esta sede en la que se trabaja a diario en oficinas que en otro tiempo fueron habitaciones familiares para conseguir “que vivan mejor esas personas que  han sido obligadas a permanecer refugiadas en los campamentos y que cuando vamos a visitarlas nos reciben con cordialidad y con espíritu servicial, dándonos hasta lo que no tienen”, sostiene el presidente de Acansa, colectivo que realiza esa labor con tanto amor como el que impregna al cuidado de su Patio de la Solidaridad