San Francisco. Maese Luis 22

Arquitectura moderna. Dimensión pequeña. Cuidadora: Luisa García García. Participó en el concurso en 2022 por 23 vez desde 1999. Máximo premio: Mención de honor en 2022

A lunes, 6 de febrero del 2023, por A. P.

La vida de Luisa García es un constante modelar, una vida que respira un arte que no sólo plasma en su trabajo, sino también en la recuperación de la arquitectura clásica –patio incluido- de su hogar, el número 22 de la calle Maese Luis, una vivienda cuya primera escritura de venta data de 1803. “Perteneció al Mayorazgo de la marquesa de Alcañices”, cuenta Luisa, quien vive en ella –junto a su marido, Juan Antonio Gómez- desde finales del pasado siglo. La compró “en función” del taller de cerámica que instaló en el patio. “Buscaba una casa adecuada para poner en marcha el taller”, insiste.

Maese Luis 22 / Foto: Chencho Martínez

En ese lugar modela en arcilla o barro “de todo un poco” bajo el sello Taller de Cerámica Rakú, con el que comenzó su andadura en Córdoba en torno a 1984. Después de realizar diversas investigaciones en los distintos campos de la cerámica, Luisa ha centrado sus creaciones en las técnicas de sobrecubierta, bajocubierta y cuerda seca, así como en la reproducción de elementos antiguos. “Las líneas que definen la impronta del Taller de Cerámica Rakú son la recuperación y conservación del trabajo artesanal. Este hecho nos permite certificar que nuestras piezas están totalmente realizadas a mano, sin ningún tipo de maquinaria industrial. La oferta, además de nuestra producción, se extiende a trabajos por encargo de todo tipo, bien sean murales, rótulos, reproducciones de piezas para restauración o diseños especiales”, relata esta mujer que tiene un importante punto de venta en otro lugar con un patio singular, el Zoco Municipal, al pertenecer a la Asociación de Artesanos de Córdoba.

Maese Luis 22 / Foto: Chencho Martínez

Maese Luis 22 fue también la sede –durante la Segunda República- del periódico El Sur, “cuyo director era íntimo amigo de Federico García Lorca, quien lo visitaba frecuentemente”, cuenta. Director y poeta, disfrutaban de largas tertulias en el patio mientras en ese lugar se modelaban artesanalmente crónicas y reportajes en papel en un inmueble “que cuando lo compré estaba muy tabicado, lo que quiere decir que habían cortado mucho espacio”, explica. “Yo lo que he hecho ha sido tirar tabiques para recuperar la estructura antigua de la casa; estamos, por ejemplo, quitando poco a poco la escayola con la que taparon los techos vistos originales de madera; volviendo a las antiguas conchas típicas de finales del XIX que había en las entradas de las habitaciones, que habían adintelado; o suprimiendo la galería acristalada con la que los anteriores propietarios habían cerrado el patio y que le quitaba carácter al recinto”, añade.

De esta manera, sin prisas, pero sin pausas, Luisa está modelando arquitectónicamente su vivienda volviendo a la estructura de un pasado en el que predominaba en ella la madera, y manteniendo el suelo hidráulico original, el alicatado también original del portal y un gran mosaico de San Rafael, que preside el patio, perdido entre las ramas de un gran limonero que se enreda en espaldera pegado a la pared. Un ejemplo de ese modelado arquitectónico es el torreón que ha recuperado, una estancia que en otro tiempo fue utilizada, entre otras funciones, para almacenar grano o como secadero de alimentos y que corona un corredor superior que está sostenido por neoclásicas columnas de forja de las que ya son difíciles de encontrar. “Cuando ese torreón de ventanas azul añil está lleno de gitanillas moradas, es una de las estancias más bonitas de la casa”, apunta Amparo, la madre de Luisa.

También sin prisas, pero con algo más de pausa, la responsable del Taller de Cerámica Rakú modela de año en año la vegetación del patio. Como si se tratara de una especie de arquitecta floral, va dibujando sus ideas, a medida que fluyen, en delineados esquemas sobre papel, para luego llevarlas a la práctica. “A la hora de ubicar las plantas en el patio, las ordeno intentando conseguir la combinación perfecta de colores, algo que cuesta muchísimo trabajo”, revela. “Por las columnas, por ejemplo, bajan todas las plantas del mismo color y la balconada de arriba va con cuatro colores cada una, siempre los mismos repetidos en los seis balcones”, añade. Atendiendo a esos esquemas, Luisa explica que coloca muchas surfinias de temporada y gitanillas. “Una de las cosas en la que más empeño ponemos es en introducir flores que huelan mucho, que ambienten el recinto. El patio, además de estar bonito, debe oler muy bien, y eso lo conseguimos, por ejemplo, con el clavel de clavo, que es el típico clavel reventón andaluz, y con el jazmín”, insiste Luisa, quien prefiere darle un toque verdoso a ese pequeño jardín, en el que no faltan orquídeas, clivias y cintas, con las típicas pilistras, con helechos y con una gran y singular monstera que parece conversar con ese limonero en espaldera que en 2012 obtuvo el galardón a la planta singular en el concurso municipal de patios.

Maese Luis 22 / Foto: Chencho Martínez

El multipremiado pequeño recinto contiene también algún que otro elemento arqueológico regalo de algunos de los muchos amigos restauradores que Luisa tiene. Son los casos de un cuatriforio gótico, una balaustrada y una basa de columna romana, restos por los que parece que no ha pasado el tiempo. Tampoco parece haber pasado por el pozo que pretende recuperar Luisa. “Lo dejaremos sin brocal, a ras de suelo e iluminado”, sostiene. Precisamente, la luz es muy importante en ese jardín, tanto que “este patio gusta mucho por la noche; iluminado se ve impresionante”, apunta. Antonio Gala puede dar buena cuenta de ello. El escritor ha sido siempre un asiduo a Maese Luis, 22 atraído por ese constante modelar que es la vida de una ceramista que respira arte.