San Agustín. Parras 8

Arquitectura moderna. Dimensión grande. Cuidadores: Milagros Aznar Rubio y Francisco Martín Carrillo. Participó en el concurso en 2022 por 17 vez desde 2005. Máximo premio: 4º en 2015

A viernes, 20 de enero del 2023, por A. P.

El patio de Parras 8 es fruto de dos historias de amor y las dos tienen como protagonista a María Milagros Aznar. El coprotagonista de una de esas dos historias es su padre, Juan Aznar, quien en la pasada década de los 90 pasó a ser propietario del inmueble. “Antes no me gustaban las plantas y me enganché al patio y a su cuidado al fallecer mi padre como un homenaje a su memoria, ya que sus tres pasiones eran su familia, su Córdoba Club de Fútbol y sus macetas”, relata, para añadir que tras morir Juan, “cuando pasaba por el patio se me juntaba el cielo con la tierra, porque desde aquello siempre he pensado que en el patio hay vida, está su memoria; y sacarlo adelante es una manera de darle vida a su alma. Estoy convencida de que adonde quiera que esté estará disfrutando de su patio, de verlo como él querría que estuviese”. Es más, insiste en que lo siente en cada rincón del inmueble.

Parras 8 / Foto: CHENCHO MARTÍNEZ

Parras 8 era una casa de vecinos en la que llegaron a vivir hasta 18 familias, “y hasta caballos”, que pertenecía al mismo edificio que la actual Parras 6 y que antes fue cuartel, hospital y convento. “A mi padre, un vendedor ambulante de lotería que llegó a Córdoba desde Almería con sólo seis meses, le costó muchísimo esfuerzo y trabajo sacar dinero para comprar la casa y para hacerle los necesarios y pertinentes arreglos, ya que estaba muy deteriorada y apuntalada”, explica Milagros, quien debe su nombre, según ella misma explica, a que “mi madre (Josefa Rubio) estaba embarazada de mí cuando tuvo un importante accidente que, afortunadamente, no impidió que yo naciera”.

Detalla que a la hora de vestir el recinto se inspira en lo que le gustaría a su padre. “En el patio da mucho el sol, por ello, lo que más colocamos son claveles, gitanillas y geranios, que son las flores que más soportan el castigo del calor, pero también tenemos mucha variedad floral, entre la que no falta romero, rododendro holandés, rosal, granado, flor de la gamba, araucaria siberiana, polígamas o retama”, explica. Pero un ejemplar destaca entre los demás, un majestuoso laurel nacido de los esquejes que plantó en su día Juan. “Este laurel tiene algo que no se puede explicar”, sostiene emocionada. “Mi padre lo plantó y de una simple ramita nació un árbol muy vivo con un tronco muy fuerte que sobresalía incluso por encima del tejado. Al enfermar mi padre, enfermó el laurel; mi padre murió en septiembre y el laurel dos meses más tarde, y durante los cinco años que estuvo mi padre enfermo, el botánico del Ayuntamiento intentó curar al árbol sin éxito y sin explicarse lo que le estaba pasando, mientras respondía a ese tratamiento perdiendo hojas y cogiendo un color cobrizo”, relata.

Parras 8 / Foto: CHENCHO MARTÍNEZ

Precisamente, el laurel también simboliza la otra historia de amor de la que es protagonista Milagros y coprotagonista, en este otro caso, su marido, Francisco Martín. “Sin saber cómo, acabó resucitando cuando me uní con Paco, y ahora parece un gran tirachinas con un tronco del que han nacido dos hijos en forma de dos grandes ramas”, comenta. El laurel, al igual que el resto del recinto, se puede contemplar ininterrumpidamente desde 2005 año a año en el concurso municipal, en el que el patio ha cosechado accésits en 2007, 2008, 2009, 2010 y 2011, así como una mención especial precisamente en 2006. Milagros sostiene que le ha contagiado ese gusto por las plantas a Paco. “Ya ves, cuando antes no distinguía un clavel de una gitanilla”, añade.

Arquitectónicamente, el recinto, pese a haber sido reformado, mantiene el legado de una estructura tradicional, con sus dos pórticos de añejos arcos de ladrillo visto sobre columnas. Es un ejemplo de cómo lo moderno puede ser un dignísimo heredero de lo más clásico. Además, no faltan elementos antiguos, como unos capiteles corintios, una pila y un pozo. “Gracias a alguno de estos elementos hemos deducido que este inmueble puede tener su origen en el siglo XV”, estima. “Me hubiera gustado –añade- haber mantenido el empedrado, pero limpiar un suelo así precisa muchas horas y mi trabajo en una panadería me quitaba mucho tiempo para ello. Es muy difícil dedicarle todo el tiempo que el patio necesita cuando trabajas ocho horas diarias fuera y encima tienes que llevar tu casa”.

En ese empedrado, Milagros recuerda una infancia feliz allí junto a su hermano en un recinto en el que su padre tenía su propio “rinconcito” para sus macetas. “Eran tiempos de buena convivencia vecinal; si tenías un pedacito de pan, lo compartías, mañana te podía faltar a ti y siempre había un vecino dispuesto a darte el suyo. Incluso no había problemas a la hora de guardar la vez para la cocina, la pila de lavar o el váter; estábamos bien organizados”, recuerda, a la par que destaca que ese espíritu de buena convivencia se mantiene aún muy vivo en la calle Parras. “Tengo la suerte de tener unas vecinas ‘chapeau’. Maribel (Parras 5) y Chari (Parras 6) son como mi familia. Es más, a Chari la considero prácticamente como mi madre adoptiva, porque incluso cuando vivían mis padres ella siempre me demostró su entrega; mi padre enfermó, yo tenía que ir a trabajar y ella estaba para todo lo que necesitara”, destaca. Tampoco olvida las cuatro veces en la que se le ha inundado la casa por estar por debajo del alcantarillado de la calle, “y aquí ha venido todo el vecindario a sacar cubos de agua. Tenemos claro que hoy por ti y mañana por mí”, sentencia, mientras mira de reojo a ese laurel que preside el patio en el que Milagros siente la presencia de su padre y que simboliza sus dos historias de amor, las dos historias de amor de la que ella es protagonista y coprotagonistas los dos hombres de su vida.