San Agustín. Parras 6

Arquitectura antigua. Dimensión grande. Cuidadora: Rosario Cantillo Albán. Participó en 2022 en el concurso por 34 vez desde 1949. Máximo premio: Mención de honor en 2018

A viernes, 20 de enero del 2023, por A. P.

En el patio de Parras 6 se respira poesía, la que destila su abundante y muy peculiar flora gracias a los cuidados diarios de Rosario Cantillo. Es más, Parras 6 parece, por lo que atesora entre sus galerías con artesonado de madera, una casa-museo montada por Chari -como familiarmente la llaman- y por su querido Juan Antonio (Lucena López), su marido, que hace pocos años que se le fue. Chari tiene constancia de que arquitectónicamente el inmueble data de “aproximadamente 1530”, dice, y de que antes que casa de vecinos fue parte de un cuartel, un hospital y un convento; mientras no hace falta que recuerde, porque ya da fe de ello una placa colgada en su fachada, que en ese edificio nació el poeta Pablo García Baena. “Conocemos la fecha aproximada de origen de la casa gracias a que la hemos deducido de un libro de donaciones escrito en castellano antiguo”, explica.

Parras 6 / Foto: CHENCHO MARTÍNEZ

“Yo nací en la calle Parras, pero fue en la casa de enfrente, a la que se vino mi madre de novia en el año 32, y con 15 años aprendí a coser en este patio con la que era entonces la dueña de esta casa, que era como mi madrina; eran tres hermanas, una modista, una costurera y una sastra”, relata. Luego, en 1968 se casó y se estableció en Parras 4 -numeración que tenía hace décadas el que hoy es su hogar-, “aunque de nuevo me mudé a la casa de enfrente hasta que en 1999 me vine definitivamente aquí”, explica. Fueron tiempos de alquileres de habitaciones los vividos por Chari y Juan Antonio, “que entró en Telégrafos con 14 años y se jubiló en Correos”, detalla. El matrimonio acabó teniendo “tres varones y dos hembras”. Ahora, dos de ellos, Francisco Javier y Rafael, le echan una mano a su madre a la hora del trabajo en el patio. Desde que perdió a su marido, ese lugar en el que compartió tanto con él, que vio crecer a sus hijos y que ahora es recinto de juegos de sus nietos, es su oasis de evasión. En él pone su corazón y le ha ayudado a entender que la vida sigue.

“En aquellos tiempos en los que aquí vivían unas siete familias éramos felices a pesar de las calamidades, porque nos conformábamos con poco; éramos felices con un trozo de pan con aceite”, insiste. “Además, nos preocupábamos unos vecinos por otros, tanto que si alguien tardaba más de un día en salir de su habitación ya estábamos llamándolo para ver si le pasaba algo. Ahora tampoco me puedo quejar, porque tengo la suerte de que los vecinos de la calle Parras somos todos como una gran familia”, añade.

Parras 6 / CHENCO MARTÍNEZ

Poco ha variado arquitectónicamente con los años el patio, según explica, “tanto es así que cuando venía Pablo García Baena, que se marchó de aquí con 7 años, dice que está como lo recuerda en su niñez; lo único que le he quitado son las pilas de lavar y el váter común que tenía”, puntualiza. De aquellos tiempos color añil también recuerda que “nos juntábamos todos los vecinos de fiesta y, como no teníamos nevera, metíamos las copas en un cubo que sumergíamos en el pozo, que tiene el agua a unos 15 metros de profundidad, un agua que en invierno está templada y helada en verano”. Precisamente, como ella defiende, el pozo es una de las joyas del recinto. “No me han sabido decir de qué época exacta data, tan sólo sé que es medio romano y medio árabe”, sostiene.

Parras 6 / Foto: CHENCHO MARTÍNEZ

El agua de ese pozo es como rima asonante que alimenta a ese vergel de poesía en el que reina una majestuosa hortensia en un escenario único, en el que a las galerías de artesonado de madera se suman arcos de ladrillo visto y suelo de bolos típico cordobés. “Una hortensia como esta no la tiene nadie en Córdoba; está en el suelo y echa muchas flores”, cuenta orgullosa, tan orgullosa como también lo está de una gran esparraguera fina de unos cuatro metros de altura y de un limonero del que revela que “echa unos limones que aliñan muy bien y le dan un sabor agrio especial a eso que antes llamaban cubatas y ahora llaman cacharros”. La esparraguera fina recibió en 2010 el premio a la planta más singular, otorgado por el Ayuntamiento. “El gran tamaño conseguido en el ejemplar, su manejo como planta trepadora y su lugar en la composición, adornando un muro ciego y enmarcando con suavidad y finura un elemento”, fueron los motivos por los que se reconoció a la esparraguera criada por Chari, un tipo de flora procedente del Sur de África e introducido en la jardinería cordobesa alrededor de 1876.

La gente dice del de Parras, 6 “que es un patio con solera”, insiste. Los premios que ha conseguido dan buena cuenta de ello. Uno de ellos, la Gitanilla de Oro otorgada por la Asociación de Cuidadores de Patios, Rejas y Balcones ‘Claveles y Gitanillas’, vino a enriquecer un currículum engrandecido, sobre todo, en la pasada década de los 70. Así, entre otros, cuenta con tres primeros premios en el concurso municipal, en 1969 y 1976 (ambos como Parras, 4), además del que obtuvo en 2015. “Gracias a periódicos y revistas de la época tenemos constancia de que el primer año que el patio participó en el concurso municipal fue en 1956. Más tarde volvió a competir en 1969, año en el que consiguió uno de sus dos primeros premios, concursando ininterrumpidamente hasta 1980. Desde entonces no lo presenté hasta 2001”, cuenta.

Parras 6 / Foto: CHENCHO MARTÍNEZ

Como cuentan sin hablar la hortensia, la esparraguera, el limonero y el resto de sus plantas que quien les proporciona ese ambiente por el que se respira poesía es Chari, que diariamente les da a beber de ese pozo el agua de vida que les embriaga de fuerza la savia, mientras agradecen ese trabajo incansable, por amor a su patio y a lo que significa, de la propia Chari.