San Agustín. Ocaña 19

Arquitectura antigua. Dimensión mediana. Cuidado: Toñi Lucena Sánchez y Ricardo González Mestre. Participó en el concurso en 2022 por 25 vez desde 1997. Máximo premio: 7º en 2016

A jueves, 19 de enero del 2023, por A. P.

Una Stratocaster tocada por un joven adolescente al estilo del gran Eric Clapton pinta el ambiente de blues-rock en Ocaña 19, mientras otra guitarra con estilizada forma de mujer y porte clásico escucha con atención esos acordes que la invaden adornando el zaguán de una vivienda unifamiliar que es toda ella arte, el acogedor hogar de Toñi Lucena Sánchez y Ricardo González Mestre, residencia que comparten con sus dos hijos, Ricardo y Juan Antonio. “Vivimos en lo que fue en su día una antigua casa de vecinos de origen cervantino-castellano, similar a la Posada del Potro, en la que la mitad de los arcos que conforman la galería porticada del patio son asimétricos; destacan también sus cuatro columnas de ladrillo árabe”, detalla Ricardo, quien apunta que distintos elementos arquitectónicos sitúan los orígenes de la actual Ocaña 19 aproximadamente en el siglo XVII. “Supone la transición del pórtico barroco al pórtico adintelado”, puntualiza.

Ocaña 19 / Foto: CHENCHO MARTÍNEZ

“Cuando llegué a la casa, a mediados de los 80, residían en ella cinco familias, en su mayoría eran viudas de avanzada edad; precisamente, encontré la casa a raíz de un trabajo relacionado con la memoria histórica que realizaba sobre Juan José Bernete Aguayo ‘Capitan Chimeno’, a quien Pedro Garfias le dedicó una poesía en su libro ‘Héroes del Sur’ y que había perdido la vida en la Guerra Civil, en el frente de Pozoblanco. Además de la mujer del Chimeno, en la casa vivía también casi en la indigencia, como ella, la que fue mujer de un sargento republicano de Hornachuelos, por lo que les echamos una mano en la medida de nuestras posibilidades”, relata.

“Esta casa tiene por ello un valor sentimental para mí, además del artístico y social, dado que también es lugar de encuentro habitual de amigos”, añade en un escenario en el que no faltan platos de cerámica salpicando buena parte de los rincones. Para enriquecer esa decoración, Ricardo no olvida mostrar un pilón de piedra de origen romano que se encuentra adosado a uno de los muros del inmueble. Explica que es precisamente junto al pilón donde a él le gusta sentarse por las noches a leer, sobre todo, poesía. No es de extrañar esa sensibilidad poética de este hombre nacido en 1958 en Ochavillo del Río que llegó a ser amigo personal, entre otros, de Paco Rabal y Rafael Alberti, ya que,  como si perteneciera a los tiempos de Leonardo da Vinci, Rafael o Donatello, es, como fueron ellos, un inagotable creador. No obstante, no olvida aquellos duros años en los que tuvo que buscarse la vida viajando incluso como vendimiador al extranjero.

Ahora, los viajes los hace alrededor del mundo y por otros motivos profesionales. Además de dedicarse a la edición de libros –es el responsable de la Editorial Páramo-, Ricardo es pintor, ha hecho sus pinitos en la música formando parte de algún que otro grupo y ha trabajado en importantes e interesantes proyectos audiovisuales. De su faceta pictórica –que aprendió a pulir con la inspiración que le proporcionaban sus maestros, Antonio Povedano y Ángel López Obrero- muchos son los que hablan, y muy bien, recordando exposiciones suyas como la dedicada a Miguel Hernández o aquella otra que destilaba tauromaquia por todos los tercios y que tituló ’30 toros 30. Ángeles en libertad’. “Si hubiera vivido en otra época, posiblemente hubiera sido pintor, pero como de eso no se puede vivir hoy en día, me dedico al mundo literario, y soy dibujante, diseñador, fotógrafo…en fin, un poco escombro”, puntualiza, para añadir que “siempre me he considerado una persona comprometida socialmente, como lo fueron mis maestros artísticos”.

Esa faceta suya de artista multiusos impregna otra de sus exposiciones, la que ha preparado para el Museo de Bellas Artes de Madrid bajo el título ‘Mi casa y mi patio’. “Con esta muestra he querido expresar que vivo en, por y para un patio cordobés, en la Plaza de las Beatillas”, insiste. Los 40 cuadros de ‘Mi casa y mi patio’ son un recorrido por las décadas y décadas que ha invertido como profesional del diseño y la comunicación. “Las técnicas utilizadas van desde lo tradicional –grafito, pastel, acuarela, rotuladores, lápiz, color, óleo, acrílico, collage y fotografía- hasta la transformación digital; e incluye obras de algo de lo que he sido responsable, la campaña publicitaria de la Fiesta de los Patios, de la que también elaboramos el expediente digital”, explica.

Esa sensibilidad para la creación la plasma también con pasión -junto a su mujer- a la hora de pintar de flores ese lienzo que es el patio, compuesto en su mayor parte por gitanillas y geranios, y en el que no faltan pinceladas llenas de color que se convierten en damas de noche, jazmines, pilistras, cintas, azoleas, buganvillas u hortensias, todas ellas acompañadas por un naranjo y otras especies como ficus o pendientes de la reina, planta esta última que año tras año se ha convertido -junto a las gitanillas y los geranios- en el santo y seña de ese cuadro de vida vegetal.

Con ese lienzo pintado de esplendor, la familia Gónzalez Lucena es fiel desde 1997 al concurso municipal de patios, certamen en el que ha cosechado, entre otros galardones un séptimo premio, en 2016; un accésit, en 2003; y tres menciones especiales, en 2005, 2007 y 2011. Aunque el primer reconocimiento obtenido fue en 1999, año en el que recibió el Premio a la Ornamentación Natural en la modalidad de Arquitectura Moderna por esa vestimenta a la que alegra la vida esa guitarra rockera que toca para ella cada día quien desea, consiguiéndolo, ser su artista preferido y que contribuye a convertir a Ocaña 19 en una manera de vivir. “Ah, el de la Stratocaster es mi nene, que es músico”, puntualiza.