Judería. Judios 6

Arquitectura moderna. Dimensión pequeña. Cuidadoras: Basilia Bolaños Cañizares y Penélope Núñez Bolaños. Participó en el concurso en 2022 por 16ª vez desde 2005. Máximo premio: Accésit en 2005 y 2006

A lunes, 30 de enero del 2023, por A. P.

Con aroma a Córdoba antigua, la calle Judíos hipnotiza con su estrechez al visitante mientras lo invita a atravesarla para transitar entre la plaza de Maimónides y la Puerta de Almodóvar. Cerca de esa plaza, Judíos se ensancha formando la plaza de Tiberiades, gobernada por una estatua de bronce dedicada al gran filósofo y médico judío cordobés nacido en 1135, siempre dispuesta para los flashes de los turistas que escrutan palmo a palmo la Judería capturando recuerdos en forma digital. De Maimónides, la historia cuenta que buscaba la verdad, el sentido de la vida, el conocimiento y la razón que permite a los hombres ser mejores. También que rechazaba la fe ciega en credos y en fanatismos que anulan toda libertad de pensamiento y de acción, mientras disfrutaba de la Córdoba de la libertad, del respeto del otro.

Judios 6 / Foto: Chencho Martínez

A sólo unos metros se levanta la Sinagoga, concebida espiritualmente como lugar de culto judío por excelencia. Muy cerca de esos lugares en los que la leyenda y la Historia conviven, Basilia Bolaños rinde otro tipo de culto impregnada por ese espíritu que movía al filósofo, el que le dicta el amor por sus plantas, que mima día tras día sin descanso en una casa, su casa, registrada a mediados del siglo XVII como número 54 de la calle Maimónides. “Tiene más de 300 años; fue una fábrica de velas y posteriormente un hospital de frailes carmelitas; incluso tuvo una paja de agua del Cabildo”, cuenta. Ahora es el número 6 de la calle Judíos. “Su aspecto actual es el fruto de muchos años de sacrificio e ilusiones”, explica.

Quien conoce a Basi –como se le llama familiarmente- sabe que la cuida como se cuida a un amor al que no le pides nada, sobre todo a su patio, un paraíso presidido por una singular fuente con forma de estrella de cinco puntas y sobre la que se posa un querubín. El patio le trae recuerdos de vivencias con su marido, Antonio, y con sus hijos. Vivencias de todo tipo, hasta paranormales, y no precisamente porque mucho tiempo atrás el edificio tuviera un cementerio a extramuros. “Hace unos 15 años –detalla- mi hija Penélope y una sobrina mía se encontraban sentadas en un dormitorio cuando sintieron como si las rozara un gato; al momento vieron una especie de hábito de fraile salir como volando y desaparecer rápidamente”. Basilia explica que esa no ha sido la única experiencia fantasmal. “Hemos contemplado asombrados como las puertas de los dormitorios se abrían sin motivo alguno o las persianas se levantaban”, relata. “Estas cosas hace ya años que no pasan y con ellas nadie sufrió ningún daño”, deja claro.

Judios 6 / Foto: Chencho Martínez

Judíos, 6 es, sobre todo, el escenario de la historia familiar de Antonio y Basilia, que se casaron “en el 67, y vivimos en ella unos siete años hasta que se la compramos al entonces dueño”, cuenta. En los 80 comenzaron a transformarla con las primeras obras de reforma, actuaciones que han dotado a la casa de una arquitectura moderna en la que no faltan elementos costumbristas en forma de arco de herradura musulmán, mientras que la fachada y el pórtico, sencillo y encalado, son legados de los orígenes de la época barroca del recinto. Antonio ya no está, pero su presencia se sigue sintiendo desde que se fue.

Desde 2007, Basilia es fiel año a año –con un paréntesis en 2010- a su cita con el concurso municipal de patios, certamen que ha premiado con sendos accésits en 2005 y 2008 y una Mención Especial en 2011 a esta postal con retazos de zócalo de cerámica, y en la que ella pinta un mar de macetas rojas que parecen flotar sobre las paredes conformando un espacio único vestido con geranios, gitanillas, hortensias, clavellinas, clivias, gardenias, azaleas, pilistras, malvarrosas o unos peculiares cactus forradores de columnas. “Cuando llega la hora de montar el patio me suele echar una mano mi yerno”, asegura.

Para completar la estampa, elementos decorativos muchos de los cuáles fueron regalos. “Por ejemplo, este molinillo antiguo me lo trajo una vecina que tenía 90 años y que era de su bisabuela”, explica. No faltan tampoco añejas planchas, una antigua mesa de máquina de coser, botijos, platos de cerámica, velones, un par de braseros de época y diversas miniaturas confeccionadas en bronce, ese material que es la carne y hueso del Maimónides que reposa a sólo unos metros del hogar de Basilia como si fuera un vigilante, el vigilante de la calle Judíos.