Alcázar Viejo. Martín de Roa 7

Arquitectura antigua. Dimensión mediana. Cuidadores: Juan Collado y Rosa María Collado. Participó en el concurso en 2022 por 29ª vez desde 1979. Máximo premio: Mención de honor en 2021

A lunes, 30 de enero del 2023, por A. P.

Martín de Roa 7 es como esa anónima modelo que luce preciosa en multitud de carteles publicitarios y spots televisivos. María Luisa Rubio, Juan Collado y una de las dos hijas de este último, Rosa, guardan periódicos, revistas, tarjetas, posters y otros tipos de documentos, recopilados durante varias décadas, que –como si compusieran un perfecto book- acreditan que su patio enamora a los flashes tanto como antaño seducía una estática Chiquita Piconera a Julio Romero de Torres. En muchas de esas instantáneas aparece –convirtiéndolas en cautivadoras pin-ups- el emblema del recinto, el compuesto por un lavadero y un pozo árabe, “que tiene 500 años más que la propia casa”, cuenta Juan, elementos que están cubiertos por un singular tejadillo, formando parte de un jardín acostumbrado a posar como si desfilara con la figura esbelta, destacando en cualquier pasarela, nacional o internacional. “Un cargo importante de Renfe nos contó que este patio figuraba en los carteles publicitarios que se habían repartido por todas las estaciones de España”, detalla María Luisa. “Es curioso, han elegido además nuestro patio para promocionar eventos de todo tipo, como uno automovilístico que se celebró en los 80 en la ciudad; lo consideran algo muy representativo de Córdoba”, añade Rosa.

Martín de Roa 7 / Foto: Chencho Martínez

En alguno de esos históricos inmortalizados carteles se ven latas de chopped y de aceite haciendo las veces de tiestos, capturando una época en la que en Martín de Roa 7 también vivía Dolores de la Haba, “de la que se puede decir que fue algo así como la fundadora de este patio, la que empezó a montarlo”, resalta Rosa. De ese tiempo, la hija de Juan recuerda, entre otros momentos, cuando “los niños y niñas que aquí vivíamos hacíamos hogueras en el descampado de alrededor de la casa; porque lo que había ahí afuera era descampado”, o cómo “mi vecina Noelia y yo nos bañábamos en un viejo barreño y en la pila con agua sacada por mi padre del pozo”, un agua que ahora no utilizan para regar las plantas, sino para dar de beber a un suelo empedrado que proporciona así aún más frescor a este recinto modernamente clásico. “Tratamos de conservarlo antiguo tras la reforma”, apunta Rosa, quien recuerda así que Martín de Roa, 7 tuvo que someterse a una importante rehabilitación a principios del presente siglo que ha respetado la mágica estructura de sus tejados a distinto nivel, conservando las zonas comunes en este edificio en el que residen cuatro familias en cinco viviendas. El viejo barreño cuelga hoy como un cachivache más de las paredes. “Era de mi abuela, que vivía en el patio de al lado y lo utilizaba para lavar, por lo que tiene casi un siglo”, destaca María Luisa

Los vecinos decanos de Martín de Roa 7 son ahora, precisamente, María Luisa y su marido, Santiago, quienes llegaron a la casa a principios de la pasada década de los 80. En ella criaron a sus dos hijos, Noelia y Santiago. “Yo nací en el patio de al lado, pero me fui, y volví cuando encontré vivienda vacía aquí; y mis hijos han nacido en éste”, cuenta María Luisa. Eran tiempos en los que “teníamos que llamar constantemente a la Policía para que se llevara lo que los chorizos dejaban en el descampado, que era lo que le robaban a los turistas”. De esa época, María Luisa jamás olvidará el episodio en el que la Policía desalojó Martín de Roa, 7 por una amenaza de bomba cuando estaba a punto de dar a luz a su hija. “Era una fiambrera colorada que había en el descampado y que acabaron explosionando; vinieron hasta los GEOS”, relata. Unos años más tarde, también en los 80, llegó al edificio el matrimonio compuesto por Juan y Pilar. Una de sus hijas, Raquel, acabó marchándose, mientras que Rosa se quedó y ha formado su propia familia. La última familia en incorporarse al vecindario fue la de Rafi Jiménez. O lo que es lo mismo, en Martín de Roa 7 habitan  una maestra, “que ahora es macetera, o sea, yo”, apunta María Luisa; vendedores ambulantes, y hasta un zapatero, Juan, que desde que se jubiló se dedica en cuerpo y alma a los suyos, “y a disfrutar más que nunca del patio y de su Atlético de Madrid, donde le gustaría que acabara mi hijo -que juega en un equipo de Córdoba-; él lo lleva a los entrenamientos”, insiste Rosa. “Aquí han vivido también Rafael Guerra y una señora que le cosía los trajes a Manuel Benítez ‘El Cordobés’ cuando el torero era aún jovencito”, añade María Luisa.

Martín de Roa 7 / Foto: Chencho Martínez

A todos los que ya no están, el patio de Martín de Roa 7 los echa de menos, aunque no tanto como a Dolores de la Haba, una de las personas galardonadas con la Gitanilla de Oro por su abnegada labor en ese recinto y en pos de la fiesta que cada mayo vive Córdoba. Una labor que quienes fueron sus vecinos continúan con un toque vegetal muy personal que contribuye a vestir a este remodelado recinto, de perfectas y clásicas medidas arquitectónicas 30-60-90, con una gran variedad de plantas que, como recalca María Luisa, incluye “tener de todo un poco, dependiendo, eso sí, de la temporada: desde geranios, gitanillas y rosales, hasta cintas, helechos, esparragueras,  potos, hortensias, damas de noche, jazmín, hierbabuena, príncipes…”.

Sin olvidar la flor de la gamba; fuimos de los primeros en Córdoba en tener esta planta tropical”, puntualiza Rosa. “Intentamos darle vistosidad y armonía al patio evitando que estén muy juntas las plantas del mismo color”, añade la primera. Armonía que se respira en un vecindario “que aunque tenemos nuestras cosillas, como en todas las casas, podemos decir que convivimos muy bien”, señala Rosa, quien no olvida reseñar que “mis vecinos, por ejemplo, son los primeros que asisten a las celebraciones familiares que organizamos en el patio”. Todo ese glamour con el que año tras años han vestido el patio ha propiciado que en la pasarela del concurso municipal haya conseguido, entre otros, el primer premio, en 1988; el segundo, en 1993; el tercero, en 2013; el quinto, en 1992; y accésits, en 1989, 1990, 1994, 1995, 1996, 2003, 2004, 2006 y 2012; además del galardón al esfuerzo vecinal, en 1997 y 1998. “Al torero Enrique Ponce y a su ya exmujer (Paloma Cuevas) les gustó tanto nuestro patio que decidieron hacerse un reportaje fotográfico”, cuenta Rosa, quien también insiste en que el escritor y poeta Antonio Gala ha sido desde siempre un asiduo visitante. “También le gustó mucho al periodista Carlos Herrera, al bailaor Joaquín Cortés y a la infanta Doña Pilar, por citar sólo algunos nombres”, recalca Rosa destacando las virtudes de ese recinto con estructura de patio cordobés clásico de toda la vida y porte de preciosa modelo de lo más cool que sigue enamorando a los flashes.