Alcázar Viejo. Martín de Roa 2

Arquitectura antigua. Dimensión grande. Cuidadoras: Araceli López, Meritxell y Ara Valle. Participó en 2022 en el concurso por 16 vez desde 2005. Máximos premios: 2º en 2009 y 2011

A martes, 17 de enero del 2023, por A. P.

La ancestral muralla del Alcázar Califal luce rejuvenecida adosada a Martín de Roa 2. “La muralla es del año 1200, aproximadamente”, insiste Araceli López, la dueña de la casa, a una pareja de visitantes que no pierde detalle del que es el santo y seña del inmueble. “A este patio lo llaman el Patio de la Muralla”, explica mientras suena ‘La tarara’ aliñada con ritmos sefardíes ambientando el recinto. A Araceli le gusta recibir con música a los miles de turistas que al año admiran un inmueble construido a principios del siglo XXI. “Tuvimos que hacer la casa de nuevo, no merecía la pena reformar la anterior, ya que estaba en muy mal estado, con los techos hundidos y el suelo muy castigado”, justifica. “No obstante, hemos conservado de ella lo que hemos podido; por ejemplo, las columnas, que son romanas, hechas de arenisca de la sierra de Córdoba, y que incluso tienen fósiles. Además, las hemos orientado igual que lo estaban originalmente”, destaca esta mujer que se define como una amante de las tradiciones.

Martín de Roa 2 / Foto: CHENCHO MARTÍNEZ

Ese amor por lo tradicional se palpa en el patio gracias, en parte, a la ayuda de la amistad, al estilo de la que cantaran The Beatles en el álbum Sargent Peppers Lonely Hearts Club Band. “Casi todo lo antiguo que veis aquí son regalos de mis amigos, tengo la suerte de tener muy buenos amigos”, puntualiza Araceli a la hora de referirse a los innumerables aperos de labranza que pueblan el recinto. Entre ellos, destaca un arado romano “auténtico”, presente llegado de Moriles; unos almocafres obsequiados por un octogenario; o una pila llegada de Lucena y que ha servido a tres generaciones de una misma familia. “Es un lebrillo hecho a mano al que se le ven los bollos y al que le he puesto un pie de forja; también me han regalado una muy vieja pila de La Rambla, típica de allí, hecha artesanalmente de barro y paja”, comenta.

Martín de Roa 2 / Foto: CHENCHO MARTÍNEZ

Algunos de esos elementos lucen sobre el suelo de enchinado cordobés –empedrado con cantos rodados de dos colores-, “que me diseñó e instaló un artesano del barrio”, en el que se levanta un pozo de origen árabe vestido con un nuevo brocal. “Lo mandamos hacer en La Rambla lo más parecido posible al original. El nuevo brocal está construido a mano con la diferencia de que el anterior era de barro blanco y este es de barro rojo; el barro blanco es muy difícil de conseguir ahora”, sostiene. También sobre el suelo, una vieja y frágil escalera con forma piramidal que ella ha rejuvenecido compone un triángulo con el enchinado y la muralla al descansar sobre ella. “Me la regaló la misma persona de los almocafres después de que durante mucho tiempo buscara una de ese tipo, de las que se utilizaban para blanquear las casas; me costó mucho trabajo encontrarla”, insiste. Araceli tiñó las canas de su madera de color azul y la vieja escalera se quedó a vivir con ella. Y no de cualquier azul, “de azul añil”, recalca, un color que forma parte indisoluble de Martín de Roa 2. “Debo ser de las primeras que introdujo el verdadero azul añil en los patios cordobeses, no el azul cobalto”, asevera. Se enamoró de ese color siendo una niña. La culpable de ello fue “la chacha que tenía de pequeña, que era la persona que blanqueaba la vivienda y que tenía una casa en Espejo, muy pobre, pero muy blanquita y arreglada. Los dinteles de las puertas, las ventanas y las puertecitas de las alacenas estaban pintados de ese color, algo que me gustaba mucho. Le preguntaba por qué lo hacía y recuerdo cómo me decía que se había hecho así de toda la vida con la intención de que no entraran bichos e insectos a las casas”, relata.

Martín de Roa 2 / Foto: CHENCHO MARTÍNEZ

En Martín de Roa 2, el azul añil también impregna tiestos de geranios y gitanillas y de muchas de las decenas y decenas de especies de vegetación que al cabo del año pasan por el patio. “Siempre estás dispuesta a innovar, a introducir flora nueva para darle un ambiente exótico a este patio, en el que no faltan los príncipes, la portulaca, los helechos, las pilistras o esta planta que no sé cuál es su nombre y que yo la llamo nieve de primavera, porque es como la llamaba mi madre. Tengo que reconocer que lo más difícil de decorar, al ser patrimonio y estar protegida, es la muralla”, explica, detallando que “le pongo siempre amor de hombre o corre que te pillo, porque me gusta darle sólo tonos verdes para que luzca más”. Esa protección, por ejemplo, impide que pueda hacer agujeros para colgar los tiestos. No obstante, salvando el inconveniente de no poder situar las macetas a la distancia deseada, ha utilizado los travesaños del tapiado del añejo muro para colocarlas, usando además unos taquitos de madera elaborados por su marido –que es carpintero- que mantienen esos tiestos tan horizontalmente esbeltos que ni se derrama el agua con los que son regados, ni a las plantas se les acaban saliendo las raíces.

Martín de Roa 2 / Foto: CHENCHO MARTÍNEZ

Incontables son los flashes que han invitado a las plantas y a la muralla en Martín de Roa 2 a no moverse para salir en fotos que han llegado hasta el otro lado del mundo, y hasta en anuncios publicitarios. Una joven china que suele dormir en la casa de Araceli durante sus estancias en Córdoba se lo confirmó. “Me llama mamá, y me dijo, sabes mamá, he visto tu patio en mi país, y con Joaquín, que es mi yerno; también han venido de Japón a verlo el día de apertura de la fiesta de los patios”, detalla. Una fiesta en la que en el certamen municipal Martín de Roa 2 ha conseguido, entre otros, segundos premios, en 2005 y 2011; terceros, en 2008, 2012 y 2013; un accésit, en 2006; y una mención especial, en 2007. Buena parte de la culpa de ese éxito en el concurso la han tenido también Rafael Alcaide, Ara y Meritxelli Valle, que, como Araceli, disfrutan de un inmueble “en el que vivimos tres familias, mis dos hijas arriba y mi marido y yo, abajo”, aclara. “Además, el patio es un lugar ideal donde celebramos las comidas y encuentros familiares”, añade esta mujer que también busca a la hora de ejercer su trabajo de modista, de leer o de escuchar música la complicidad mágica de la compañía de esa ancestral muralla del Alcázar Califal que luce rejuvenecida.